La nueva casa.

Publicado en por joel.vello.landin

Desde que me mudé para este lugar ya no vivo con mi mamá, ni con mi papá, tampoco tengo a Danielito para jugar... pero en cambio he conocido a otras personas. Ya no tengo que lavar los platos después del almuerzo, una señora de pelo muy blanco lo hace todos los días. Esta casa no es muy acogedora que digamos, aunque tampoco es fea. Es muy grande y tiene muchos portales, pero a pesar de eso es bien fría y la luz es muy escasa... Bueno, creo que así se ve bien. Las personas con las que vivo no se inmiscuyen en las cosas que hago y eso me da cierta libertad, aunque a veces necesito de alguien con quien reír... con quien jugar... como lo hacía con Dany.

Cuando vivía con mis padres me pasaba el día dándoles explicaciones de todo cuanto hacía, pero me llevaba muy bien con ellos y también con danielito, mi  único hermano. Miren ustedes, así son las cosas del destino, a veces sin esperarlo tienes que separarte de los seres más queridos, sin la más mínima idea de cuando los volverás a ver. En aquel entonces, es decir antes de mudarme, yo tenía... unos diez años, sí, porque Dany tendría nueve más o menos y él es un año menor que yo.

Mis padres me protegían demasiado, ellos creían que porque yo era una niña, debían controlar todos mis actos y eso me hacía daño. No me dejaban salir sola ni al portal de mi casa a jugar con mis amiguitas y no se me podía ocurrir pedir que me dejaran sacar a Danielito a pasear. Por eso nunca pude tener amigos como las demás niñas de mi edad. Mamá decía que ya tendría tiempo para pasear y conocer el mundo.

La vida se me volvía monótona, de la escuela para la casa y de la casa para la escuela. Alguna que otra vez mami nos llevaba al cine o a un parque que quedaba en la esquina de de la casa donde vivíamos, pero era mejor ni ir, de todas formas no nos dejaba montar en los columpios.

Un día mi papá llegó diciendo que mi abuela se había mudado para una casa cerca de la playa y que iríamos a visitarla un fin de semana. Aquella noticia nos alegró mucho a mi hermanito y a mí, porque al fin saldríamos de casa un par de días, pero a mamá no le hizo mucha gracia eso de ir cerca de la playa, decía que el sol no es bueno y que da cáncer en la piel. Después de mucha insistencia, logramos convencerla y el primer fin de semana después de esa conversación fuimos a visitar a nuestra abuela en su nueva residencia. Recuerdo que ese fue el último viaje que hicimos juntos, luego me mudé.

La primera noche en la casa de mi abuela, mis padres discutieron cantidad en el cuarto. Yo los escuché detrás de la puerta, porque me asustaba mucho que se pelearan, siempre estaban fajándose. Al otro día, como ya era domingo, decidí ponerme la trusa roja que abuela Juana me había regalado. Dany, mamá y yo habíamos salido desde temprano para la playa. Papá se había quedado en la cama porque le dolía un poco la cabeza según nos dijo mami, pero yo sé que estaban bravos.

Le hicimos caso a mamá y nos quedamos en la orilla, sobre todo porque no queríamos provocar otra discusión por culpa nuestra, pero era imposible evitarlo, el oleaje estaba muy fuerte y sin darnos cuenta nos alejábamos cada vez más. Cuando me vine a percatar estaba sola en lo hondo. Entonces me asusté mucho y pensé en Danielito que no sabía nadar, bueno yo tampoco sabía nadar.

En medio de aquella confusión no lograba ver a nadie y cada vez que trataba de gritar, tragaba agua y me hundía en lo más profundo; luego volvía a subir y una vez más me hundía. Sentía que mis fuerzas eran cada vez menores y pensaba que ese iba a ser mi último día. Sentía mucho miedo, pero luchaba contra él y gritaba. Lo único que alcanzaba a escuchar era la voz de mi mamá que también gritaba desde la orilla desesperadamente...

Los médicos no pudieron hacer nada, aunque yo se que lo intentaron. Lo que más me dolía era ver a mis padres culpándose por mi causa y con los corazones destrozados. Hubiera querido hacer algo para calmarlos, pero ni yo podía calmarme a mí misma. Necesitaba un abraso de mi mamá y sentir la mano de papi para saber que no estaba sola... Eso era lo que más miedo me daba... me estaba quedando sola... fría... húmeda...

No recuerdo que fue lo que pasó después. No se como llegué a este lugar, ni quien me trajo. Solo tengo la vaga sensación de lo mucho que me costó resignarme a vivir para siempre sin mi mamá, mi papá y mi hermanito. Yo también lloré y se que mi mamá aun lo hace cuando no la ven, pero ya nos estamos acostumbrando. Ellos a estar sin mí... y yo a vivir en la nueva casa...

                                                                                                Joel Vello Landin.

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